Alumnos santafesinos distinguidos en el mundo

Lucía Cosme resultó finalista del Gran Premio América Latina de Ballet y ganó becas para el Summer de Río de Janeiro 2018 y el Summer del Miami City Ballet, entre...

Alumnos santafesinos distinguidos en el mundo

Lucía Cosme resultó finalista del Gran Premio América Latina de Ballet y ganó becas para el Summer de Río de Janeiro 2018 y el Summer del Miami City Ballet, entre otros seminarios. Además obtuvo becas en los Cursos de Invierno de la Fundación Julio Bocca, distinción que comparte junto a Abril Gatti, María Pia Demarchi y Maximiliano Feltes.

 

Cuatro edades, cuatro niveles, cuatro historias de vida que transitaron distintos caminos para confluir al paso de la danza. Lucía Cosme, Abril Gatti, María Pia Demarchi y Maximiliano Feltes, del  Seminario Provincial de Ballet, ganaron becas para perfeccionarse en los Cursos de Invierno de la Fundación Julio Bocca. El logro se suma a los obtenidos por Lucía, quien participó en el Summer de Río de Janeiro en enero gracias a una beca obtenida por su destacada participación en la GPAL, Gran Premi América Latina de Ballet; y fue seleccionada para participar en el Summer del Miami City Ballet.

El nivel de exigencia del Seminario Provincial de Ballet que dirige María Elisabeth Sture es altísimo. Viajan desde el interior de Santa Fe o desde provincias vecinas, hacen convivir la danza con las obligaciones escolares, suman horas y horas de práctica.

Durante febrero, diez alumnos del organismo santafesino participaron de un Seminario de Danza Clásica que se desarrolló en la Fundación Julio Bocca, en Buenos Aires. Allí, Lucía, Abril, María Pia y Maximiliano fueron distinguidos con la beca completa para los Cursos de Invierno.

 

 

 

CUATRO CAMINOS

 

Abril Gatti es de Sauce Viejo. Tiene  11 años y todos los días, a la salida de la escuela, viaja a Santa Fe para calzarse la malla y transportarse a otro mundo.

L a más chica de tres hermanas, empezó a hacer danza siguiendo el camino de una de ellas. “Vine un día y no me fui más”, se ríe.

“Estoy emocionadísima con el hecho de haber ganado la beca, no me lo esperaba. Es un premio al esfuerzo,  y es un incentivo. Creo que todos los que fuimos nos esforzamos. Y también para las familias es un sacrificio muy grande. A mí me encanta, es mi pasión. En mi familia están felices, me dijeron que haya ganado la beca o no ellos están orgullosos de mí”, comenta.

 

 

María Pia Demarchi transita otra etapa: a sus 18 años, decidió que quiere dedicar su tiempo full time a la danza, por eso este año deja su Estación Clucellas natal para radicarse en Santa Fe.

Hizo la secundaria en María Juana, a 17 km. de su pueblo. Allí, cuando era pequeña estudió algo de danza: fue el primer reflector que alumbró lo que sería su vocación.  “Cuando era chiquita, veía en Internet videos de ballet y me maravillaba. A medida que pasaba el tiempo, sentía que quería bailar. ‘Necesito hacer danza todos los días’, le dije a mi papá. Y así empecé”, cuenta.

“A veces cuando bailo siento mucha presión. Quiero que me salga todo perfecto y no es fácil. Y a veces siento que vuelo, que me transporto a otro mundo. Lo disfruto mucho, me emociona, me llena el alma y los ojos de lágrimas. Un día sin bailar para mí es una eternidad”, dice.

 

 

Desde otro rincón de la vida llega Maximiliano Feltes: con sus 34 años, nacido en María Grande, a 80 km. de Paraná, empezó en 2016 en el Seminario. “Lo elegí básicamente por la maestra, porque uno sabe de su trayectoria. Hacía rato que quería empezar, pero se me complicaba con el trabajo y las obligaciones”, explica.

Y cuenta que la experiencia de Buenos Aires lo enriqueció mucho: “Los maestros te corrigen y te aportan cosas. Había bailarines de Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia y de distintos puntos de Argentina. Al haber tan pocos varones (uno de cada diez chicas), recibimos algunos “beneficios”; eso nos impulsa a seguir”.

“Detrás de todo alumno hay un maestro, y nosotros en alguna medida lo estamos representando. Hay mucho trabajo, muchas horas de práctica, de ensayar técnica”, considera.

 “Yo no tuve la experiencia de poder empezar de chico; comencé de grande. Sé que esto es lo que quiero. Demanda mucho esfuerzo, hay que venir todos los días, respetar los tiempos de los demás. Pero siento que esto es lo mío, es lo que me hace feliz. Antes de salir al escenario siento muchos nervios; pero después, es parte de uno. Los nervios desaparecen y quedás ahí, desnudo, volando”, define.

 

 

A sus 13 años, Lucía Cosme, de Santo Tomé, se planta en el escenario como quien ha nacido allí. Sus credenciales lo ratifican: fue seleccionada como finalista del GPAL 2017 (Gran Premio América Latina de Ballet) y ganó becas para el Summer de Río de Janeiro 2018, el Summer del Miami City Ballet, el Joffrey Ballet, el New Project de Nueva York y los Cursos de Invierno de la Fundación Julio Bocca.

Cuando habla de la danza no puede evitar emocionarse. “Es todo para mí. Esto es mi casa, la maestra es como una madre. Yo dejo mi vida acá porque esto es lo que amo”, resume. Y dice que las palabras no son su fuerte. Empieza, entonces, a bailar. Y habla.  

 

 

LA MAESTRA

Para Betty Sture, después de una larga trayectoria de ganar premios y ser reconocidos en el país y en el exterior, este tipo de distinciones llama a seguir trabajando, a esforzarse y hacer esforzar a los demás.

“El nivel de exigencia es muy alto, esto forma parte de la propia de la disciplina. En el escenario se debe ver la línea tal como el coreógrafo la planteó; si no, no sirve. La danza es maravillosa: te forma como ser humano. Los chicos adoptan disciplina hasta para lavarse los dientes, para guardar sus cosas, para la vida”, opina.

De los alrededor de 100 chicos que van al Seminario, hay sólo tres varones: uno de Esperanza, otro de Paraná, otro de Santa Fe. “La danza no es sólo para niñas: es muy importante que los padres sepan que también los niños pueden estudiar. Hay un prejuicio muy grande alrededor de eso. Cuanto más chica es la ciudad, más prejuicio hay. Los chicos de los pueblos se escapan hacia las ciudades, como para pasar desapercibidos, lo cual es ridículo. La danza es para todos”, agrega.